Memorias gordas

Por: Ana Elena Contreras

Desde la adiposidad de mi pequeña y redonda cuerpa, con poca conciencia de lo que estaba «mal» en ella, hice rebelde resistencia al
DESAYUNO de las
2 rebanadas de jamón de pavo, 
1 par de huevos duros con
té de cola de caballo, 
y  1 rebanada de pan tostado, que marcaba la hoja de mi dieta impuesta.

Dupliqué a mi voluntad las raciones marcadas, mientras el acupunturista exclamaba:
«le dejaré una aguja extra para reforzar la zona y estimular su metabolismo»
Mi madre se disculpaba visiblemente apenada por los 300 gramos que marcaba la báscula después de 30 días de falsa dieta.

Recuerdo muy bien al doctor, era menudito, bajito, ahora a la distancia sospecho que el amigo alto, rubio, fornido y sumamento guapo, era su pareja, que invariablemente lo acompañaba al pueblo para dar las consultas… yo siempre que veía a su amigo, pensaba que se parecía a una estrella de cine, y ese era un plus de mis consultas.

Mi cuerpa a pesar de los esfuerzos se mantuvo fiel a la ignorancia de mi «descompostura». Mis redondeces se mantenían amorosamente aferradas a mi, como protegiéndome de la violencia de afuera y arropándome suave y mullidamente.

Jamás me preguntaron cómo me sentía, si mi corporalidad era algo que no me gustaba, si mi cuerpa era un «problema» para mí como lo eran para ellas, solo intentaron imponerme y colonizarme con la idea de que había un cuerpo descompuesto y que yo lo habitaba.

Con el paso de los años, los kilos que se iban y volvían, con las diferentes tallas de ropa que ocupé, y el subir y bajar, olvidé ese horrible viaje con mi hermana mayor, dos horas de tortura diciéndome porqué debía dejar de ser gorda, y todas las razones por las cuales tenía que «tener amor propio» lo único que le faltó fue decirme explícitamente fue gorda asquerosa… Pero en el fondo sé que entre líneas sí lo había dicho más de una vez, y las lagrimas silenciosas que se me escurrieron, lo supieron también.

En algún punto de mi vida, mi familia me hizo «una intervención», y fui a parar engañada con una psicóloga, para que hablara conmigo y me preguntara de manera un poco más asertiva sin que dejara de ser violento, la razón por la cual era gorda y lo peor, era una gorda resignada; eso reforzó la idea de que nunca quisieron respetarme, era inconcebible el que yo me resistiera tanto, y que fuera feliz con mi lonjas, mis piernas gruesas, mis brazos gordos y mi vientre abultado, era evidente que para ellas era necesario hacerme una revisión psicológica, algo tenía que estar muy muy mal dentro de mí… sí, de mí, no de ellas. Porque para la sociedad, las gordas somos las que estamos en el error siempre, así de grande es la ceguera y lo petulante de su superioridad moral.
Nunca me había sentido tan humillada, tan rechazada, tan disminuida. Aún recuerdo mi angustia al tratar de explicarle a Karen que yo estaba bien, que me sentía bien, me preocupaba que siguiera el asunto sin comprenderse… hoy, creo que pude mandar a la goma a la pobre interventora y mandar a la goma a mi familia, pero aún no desarrollaba esas herramientas para poder defenderme.

La violencia gordofóbica familiar es algo que muchas gordas sufrimos, y que pocas veces hablamos o enunciamos como tal. Quienes pasamos por estos panoramas, se nos hace más gruesa no sólo la lonja, también las fuerzas y el instinto de autodefensa.

Las gordas somos unas chingonas, qué digo chingonas, unas re chingonas, tenemos la capacidad de amarnos y de posicionarnos ante la colonización y violencia gordofóbica, ¿y saben qué? ¡Nos chupa un ovario!
Las gordas resistimos, vivimos, amamos y gozamos a plenitud.
Aunque aún odio cada vez que leo:
Café o Té de su preferencia
Dos huevos al gusto
Una taza de fruta

Colación:
Pepinos con chile y limón

Comida:
1 taza de sopa de verduras o consomé de pollo desgrasado
100 gramos de carne magra con sal y pimienta asada
1 taza de verduras hervidas
1 gelatina gloria ligth

P.D. Estas Memorias gordas, tienen la finalidad de llegar a todas esas gordas que puedan espejearse conmigo, y enviarles abrazos fuertes, y decirles: la violencia contra nosotras es real, sí, tienes razón, sí duele, pero resiste, insiste en escucharte a tí, el discurso controlador de «es por tu bien», «lo hacemos porque nos preocupamos» y «es por salud» no son válidos y nunca lo serán. Sepan que no estamos descompuestas y que existimos muchas gordas en resistencia, escucharnos y acuerparnos contra la violencia gordofóbica es necesario, es amoroso y liberador. #AquíEstamos

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Y a pesar de todo #GordaEnResistencia #CuerpaContrahegemónica y sí #BésameLaLonja 

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